El otoño ya se está sintiendo... Las hojas de los árboles caen marchitas como lágrimas, como un sollozo, desgarrándose del centro donde crecieron para así hacerse polvo y ser llevado por el viento.
Los árboles con sus ramas expuestas, aves sin hogar; friolentos y temerosos, observan este suceso.
Me encontraba caminando entre ellos, observando a mi alrededor y esquivando a algunas libélulas que revoloteaban por el lugar, cuando entendí una vez más y llegué a comprender que a cada instante muere una parte de nosotros... Dando paso al nacimiento de una nueva, como las hojas de un árbol.
Siempre llega el otoño a nuestras vidas. Son cuatro estaciones y dentro de nosotros hay un ecosistema. Es un flujo, como el agua del río que riega las plantas a su alrededor, dando así vida.
Las emociones son como las estaciones... Si permanecemos siempre en una estación, estamos muertos. Los muertos no se mueven, siempre están en el mismo lugar, inmóviles; así siempre estés feliz o lo que sea.
Aceptación a las estaciones, observarlas sin hacer nada, como cuando miro las hojas amarillentas o marrones de los árboles mientras camino de regreso a casa. No interfiero en ello, todo pasa.
Salió el sol, todo está seco y ya estoy muy cerca a casa, me encuentro algo acalorado y con pequeños brotes de sudor en la cara y el cuello. Diviso unas hojas que tienen partes verdes y partes amarillas que están aún en un árbol... La tranquilidad me invade.
¡Bienvenidas las cuatro estaciones en mí!